Una profesión generosa

Habrá pocas profesiones tan apasionadas y endogámicas como la de los publicitarios, que viven intensamente su trabajo, la mayoría robándole horas a su vida familiar y social. De vez en cuando alguien nos recuerda que esto es sólo publicidad, una herramienta de manipulación para inclinar opiniones a favor de marcas y productos, un truco empresarial que funciona y, durante solo unos segundos, nos preguntamos si merece la pena trabajar en esto, si realmente es un trabajo serio de verdad la enorme industria que se mueve alrededor de la persuasión y la diferenciación de las marcas. Mi respuesta es sí, merece la pena. Pero sobre todo está la gente, esa variopinta, indisciplinada y entusiasta gente que se abraza cuando se ve en San Sebastián cada año como si fuera un reencuentro de décadas, esa gente que vibra y se emociona en una butaca del Palais del Festival de Cannes con un anuncio de desodorantes o de seguros, esa gente que de verdad cree y sabe que lo que haces es importante y lo desarrolla con entusiasmo, contra viento y marea, luchando al tiempo con la falta de confianza del anunciante, con la presión por el margen de la multinacional y las lógicas presiones familiares por su falta de dedicación. Esa gente estupenda que trabaja como si estuviera salvando vidas es lo que permite seguir adelante, es un oficio que solo se puede desarrollar así: pensando que cada día es el más importante y que la siguiente campaña, cuña o faldón debe ser perfecto. Muchos critican a esta profesión por ligera, por cortoplacista, pero cuando tratas de analizarla en su conjunto, no se pueden negar sus valores. El talento o la brillantez, el entusiasmo y el optimismo son los ingredientes para hacer publicidad de calidad, solo así se pueden aceptar las mil correcciones de un trabajo, solo así se puede soportar al jefe, al cliente y al financiero, unas veces con razón y otras sin ella, y entregar el trabajo a tiempo. Además, los publicitarios dan el producto terminado, llegan a la televisión con la copia de emisión y al periódico con el arte final, no se limitan al consejo, al asesoramiento, a la estrategia, sino que terminan la faena, ese valor también les hace imprescindibles. Ángel Riesgo para ABC 27 de junio de 2007

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