¿Para que queremos a un consultor?

Muchas empresas se han preguntado esta cuestión de manera reincidente, en muchos casos la respuesta es: ¡para nada!, pero hay una serie de circunstancias en la empresa que hacen imprescindible una figura externa que ayude con profesionalidad y experiencia en la toma de decisiones.

Yo diría que estos son los momentos en los que la figura de un consultor es, si no imprescindible, si extraordinariamente útil:

En los momentos de cambio. Los mercados evolucionan muy deprisa y hay épocas que si no evolucionan a su velocidad, las empresas quedan fuera de mercado. El cambio es siempre motivo de dolor para las personas y de peligro para las empresas; sin embargo la gestión del cambio es una de las funciones principales de cualquier líder empresarial. Unamuno decía: “Sin cambio no hay progreso”.

En los momentos de toma de decisiones difíciles. La soledad de los gestores de una empresa es a veces enorme, el apoyo de alguien experto e imparcial, pude ayudar enormemente a la visión del manager.

En las épocas de recesión. Cuando los negocios no van bien, la carga emocional que implica liderar una empresa hace del manager una persona que necesita mucho apoyo. La solución no es siempre el cambio de los equipos, el consejo externo puede dar luz y fuerza para dar un giro.

Cuando falta de experiencia. No todo se ha vivido cuando se es el director. Contar con un equipo de profesionales externos que ponen a disposición de la empresa, de manera temporal, su experiencia y metodología ante problemas concretos es primordial. La hora de comprar, vender o fusionar empresas son momentos clásicos de donde el empresario no cuenta con la necesaria experiencia y debe contar con ayudas.

Tras casi 17 años de trabajar como consultor, aún me da cierto pudor esa condición, sentirme alguien que puede dar consejos que afecten a las decisiones empresariales; sin embargo sé por experiencia, que nuestro trabajo es útil para nuestros clientes, eso es lo que hace extraordinariamente sugestivo nuestro día a día.

Hace unos días, Domingo Vila, me decía que la magia de nuestro trabajo es que podemos llegar a una compañía, a un agencia y aplicar el sentido común sin barrearas, que aplicando nuestras metodologías y usando nuestra experiencia podemos comprender los problemas y oportunidades reales de cualquier empresa. Pero luego podemos aplicar el sentido común en nuestros consejos, como no podíamos hacerlo cuando éramos responsables de dirigir una agencia u otra empresa.

Cuando mi buen amigo y maestro, Stanley Bendelac, anunciaba estos días su separación de Delvico después de 35 años y nos contaba que iba a trabajar como consultor; yo le decía: Stanley, enhorabuena, ¡vas a ser libre!, pero no en tus horas que rápidamente se cubrirán, vas a ser libre de opinar, de discrepar, de no ajustarte a la aburrida ortodoxia.

Ángel Riesgo, Publicado en el Newsletter de Grupo Consultores, Abril 2006

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