Pero los gestores de la administración autonómica y municipal, han llegado a un extremo inusitado en su rivalidad turística por la promoción de un destino común, este canto a la incomunicación, este derroche de estulticia turística, tiene lugar en el más emblemático punto de la modernidad madrileña, en la salida de viajeros de la nueva, flamante y polémica Terminal 4 del aeropuerto madrileño de Barajas. Cuando los recién llegados a Madrid consiguen ir acercándose a la puerta de salida del enorme terminal, tras haber caminado durante largo rato sobre inmensas praderas de mármol, haber sido pasajeros de trenes subterráneos sin conductor y haber sido transportados por innumerables alfombras metálicas móviles; en ese momento esperado de pensar en la cercanía al merecido taxi para descansar de la caminata; el pobre turista se encuentra con una peculiar sorpresa. Dos novísimas y fuertemente iluminadas casetas se muestran orgullosas ofreciendo su ayuda al recién llegado, una informa sobre el turismo de Madrid, la otra también; una es roja, la otra es naranja, una es la Comunidad, la otra del Ayuntamiento; en una pone “Madrid, la suma de todos”, en la otra simplemente “¡Madrid!” así, entre admiraciones.
¿Una sola persona con mando en cualquiera de esas dos administraciones ha analizado lo que pasará en ese momento por la cabeza del confuso turista recién llegado?, ¿algún interventor de los gastos públicos podría preguntarse por qué tirar el dinero poniendo dos carísimas oficinas idénticas pegadas para ofrecer la misma función?, ¿alguien podría tenerle un poco de respeto a la marca de mi ciudad?.
El pobre turista no conseguirá entender por qué la práctica cainita es el deporte nacional español. Este será el primer signo de la que es característica reinante en nuestro desarticulado Reino: la desorganización. Que Dios le proteja señor turista, una de las dos Españas ha de helarle el corazón, quizás lo hagan las dos.
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