Una profesión generosa (extended version)

Hoy me apetecía ser un poquito optimista, por una vez, porque es primavera, época de festivales y de planes para el verano.

Habrá pocas profesiones tan apasionadas y endogámicas. Los profesionales de la publicidad viven intensamente su trabajo, la mayoría robándole horas a su vida de seglar y son pocos los que consiguen un horario estable y adecuado a la convivencia familiar y social. Nos tomamos nuestro trabajo con pasión y a veces nos falta un puntito de razón al hacerlo.

De vez en cuando alguien que convive con nosotros, familia o amigo, nos tiene que recordar que esto es solo publicidad, una herramienta de manipulación para inclinar opiniones a favor de marcas y productos, un truco empresarial que funciona. Entonces, y durante solo unos segundos no preguntamos si merece la pena trabajar en esto, si realmente es un trabajo serio de verdad la enorme industria que se mueve alrededor de la persuasión y la diferenciación de las marcas.

Yo tenía otra profesión, la casualidad y una oferta de Ted Bates me metieron en esta industria y tengo que decir que me enganchó, quizás fue el absoluto caos que era organizativamente la agencia cuando llegué y las lógicas oportunidades para un joven director financiero; quizás fue el negocio, tan rentable como inestable que se vivía en aquellas agencias de los primeros años ochenta: No no eran esas cosas, aun siendo importantes, loq eu me enganchó a esta loca industria fue la gente, esa variopinta, indisciplinada y entusiasta gente que trabnaja en este oficio. Esa gente que se abraza cuando se ve en San Sebastián cada año como si fuera un reencuentro de décadas; esa gente que no duda en repetir un trabajo de muchas horas solo por llegar a al perfección, esa gente que vibrará y se emocionará dentro de unos días en una butaca del Palais del Festival de Cannes, con un anuncio de desodorantes o de seguros. Esa gente que de verdad cree y sabe que lo que haces es importante y lo desarrolla con entusiasmo, contra viento y marea luchando al tiempo con la falta de confianza del anunciante, con la presión por el margen de la multinacional y las lógicas presiones familiares por su falta de dedicación.

Esta gente estupenda que trabaja en la publicidad como si estuviera salvando vidas, es lo que permite seguir adelante, es raro, pero a pesar de tantas cosas la ilusión se mantiene, algunos dse van, lo dejan, renuncian; pero lo que quedan siguen peleando con vehemencia un oficio que solo se puede desarrollar así: pensando que cada día es el más importante y que la siguiente campaña, cuña o faldón debe ser perfecto. Muchos critican a esta profesión por ligera, por cortoplacista, yo mismo lo he hecho a veces, pero cuando tratas de analizarla en su conjunto, no puedes negar sus valores.

Esos valores son, mucho más que el talento o la brillantez, el entusiasmo y el optimismo, solo con ellos pude hacerse publicidad de calidad, solo así aceptar las mil correcciones que este trabajo requiere, solo así se puede soportar al jefe, al cliente y al financiero, unas veces con razón y otras sin ella, nos hacen caminar en zigzag, multiplicar el esfuerzo de siempre con una condición, llegando a tiempo, usando el último minuto, pero a tiempo.

Hay algo que siempre he admirado del publicitario y que los que solo somos consultores no tenemos, los publicitarios dan el producto terminado, rematan la faena, llegan a la televisión con la copia de emisión y al periódico con el arte final, no se limitan al consejo, al asesoramiento, a la estrategia, sino que terminan la faena, ese valor también les hace imprescindibles.

Es raro decirlo que cuando me preguntan cuál es mi profesión digo publicitario, no digo economista no financiero ni consultor, sino publicitario, esta profesión generosa me ha enganchado. ¿Qué pasa, que uno no pude tener el día optimista o qué?.

Ángel Riesgo para ABC 27 de junio de 2007

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