De políticos, crisis y otras melancolías cotidianas

La Melancolía según el diccionario es esa “Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada”. Podríamos por tanto redundar que la melancolía es un error de origen interno y, sin embargo, es un error a veces inducido por el exterior. Vivir en un país con el 3,8% de crecimiento, con una inflación del 4,1% y unos tipos de interés en torno al 4,75%, con una creación de empleo impresionante y un plan de construcción de viviendas al nivel de Francia para 2008 debería producir una sensación de sosiego y bienestar para sus ciudadanos, incluso aunque haya Hipotecas Subprime en Estados Unidos o la Bolsa se zarandee. Si, cuando yo estudiaba Economía al final de los 70, alguien me hubiera hablado de este país imaginario, yo hubiera disfrutado de la utopía comparándolo con nuestra maltrecha economía de la transición y de los Pactos de la Moncloa, de nuestra inflación del 16% y nuestro paro que triplicaba el de cualquier país europeo, también me sorprendería que no hablaran de devaluaciones de mi moneda que en esos años sufría al menos dos al año. Aquella sí era una situación en la que se podía hablar de crisis. Sin embargo la palabra crisis se intenta instalar en nuestras conversaciones cotidianas, mientras comemos en restaurantes caros sin mirar su precio y circulamos por una de las ciudades mejor organizadas y más vivibles de Europa, seguimos ahondando en la estupidez de decir que hay crisis. Es una irresponsabilidad tan enorme que los publicitarios se empeñen en divulgar el mensaje melancólico de que todo va mal cuando nuestro oficio siempre ha sido ensalzar lo bueno de las cosas, la alegría de la vida, que me preocupa lo que no puedo definir más que como estupidez. (Ya saben ustedes, según Cipolla, el estúpido es ese abundante ser humano que hace daño a los demás haciéndoselo también a sí mismo). Como dice el economista Carlos Rodríguez Braun, la economía funciona a pesar del Gobierno; yo ampliaría el concepto: este país avanza a pesar de los políticos y de los periodistas que se empeñan en ser sus portavoces en lugar de ser lo que deberían, los portavoces de una sociedad civil moderna y positiva. Si usted es un ciudadano que ve la televisión más de cinco horas al día, lee un periódico de pago y escucha una emisora de radio a diario no me sorprende que tenga usted ese regusto melancólico. La sobredosis de medios es cada vez más toxica y peligrosa. Los publicitarios no podemos unirnos a esos mensajes depresivos y agoreros y menos cuando la economía real crece de manera importante y los medios también. Nuestro mensaje debe ser de optimismo, seamos de la tendencia política que seamos; ya conocen ustedes el famoso Recession Index de la revista británica The Economist, el indicador es tan simple como que asevera que hay más recesión en función del número de veces que se repite esa palabra, “recesión”, en los textos de la propia revista. Estamos inmersos en una crisis financiera, es cierto, pero no en una crisis económica. Los bancos, con la ayuda del Gobierno Bush, son responsables, por sus excesos, de haber sobrecalentado la economía, podemos observar como se refresca un poco pero los españoles no debemos olvidar que hemos registrado una ventaja continuada durante los últimos 10 o 15 años. No nos dejemos llevar por la absurda melancolía de los cantos de sirena de los agoreros. Como decía (y ya no dice) Don José María Aznar: “España va bien” y su publicidad debe ir aun mejor, no olvidemos que el sector publicitario es el rosal de la viña de la economía, es la publicidad la primera en indicar las enfermedades de la coyuntura económica, siempre antes que el gran viñedo; evitemos con entusiasmo, ideas y trabajo duro que nos poden, por el bien de todos. Por eso si no es mucho pedir, sea usted del PP, del PSOE, de CIU o de Izquierda Unida; insistamos todos en nuestras reuniones, comidas, eventos y conferencias que la cosa va bien, al menos mientras a nosotros nos vaya bien, no lo neguemos porque se lo hayamos oído a un político o a un periodista. Ángel Riesgo Para la Revista Anuncios
2 de febrero de 2008

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