Cuerpo emocionante



La primera vez que estuve delante de un cuerpo desnudo, sentí tantas cosas juntas que me costaba digerirlas: deseo, admiración, miedo, curiosidad, respeto, confusión, impulso, premura, calor, valor, terror. Demasiadas cosas como para poder disfrutar del momento. Pero hoy, 47 años exactos después, lo recuerdo y visualizo con total precisión. Era mi decimoséptimo cumpleaños y hoy es mi sexagésimo segundo.

Entonces, el cuerpo de aquella chica de 18 era mucho más importante que su esencia o su espíritu. En estos años todo ha cambiado y hoy es justo al revés.
El cuerpo de mi mujer es sorprendente. Lo ha cuidado como nadie durante 54 años: ejercicio, maratones, triatlones, aerobic, taekuondo, zumba y sobre todo yoga, mucho yoga. Ese cuerpo tiene la tersura y suavidad de uno de 40. Cada día, al verla desnuda, me sorprendo, me pellizco y me sonrío de alegría por ser lo que mi hermana llamaría “un suertudo”. Y sin embargo esa sorpresa, esa alegría diaria no es nada comparado con todos los otros elementos de la vida con ella.
Lo mas bello de ser humano y que nos diferencia del simple animal, es que todo ese envoltorio que es el cuerpo no es lo que mas me interesa de esa hembra que duerme, ama y vive conmigo. Sus curvas me hubieran cansado hace tiempo. Lo que me interesa es su mente, esa alma y esa química que me unen a ella día tras día. Eso es lo que nos hace íntimos, lo que nos hace uno, lo que nos hace dos piezas que juntas, son mucho más que una pareja.
Vivir solo con un cuerpo sería aburrido, sería tonto. La mujer que me acompaña cada día es su esencia, su sonrisa mañanera, su beso de buenos días, su conversación, su compromiso con el bien. Todos los días son una sorpresa no fingida. Y su cuerpo también y su belleza, pero solo también.

Como animal que soy, me siguen admirando, sorprendiendo y gustando los cuerpos perfectos que vemos cada día en la televisión, en el cine o en la calle. Pero solo los mas simples confundirían este instinto con algo más. Por eso, si existe el amor, nunca lo es por ese instinto básico de atracción hormonal, sino por una atracción menos física y más grande, una complicidad y una amistad que complementan ese deseo simple.  

Ángel Riesgo, 24 de enero de 2021

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